Danzan los cuerpos
La música sonaba, sinsentidos, risas, bailes, porro, birras y luego él…
Me miraba de una forma que nunca me había mirado nadie, quería convencerme de
que el brillo en sus ojos solo era por mí. Me preguntó si me gustaba bailar,
-vos me gustas- dije a mis adentros mientras asentí con la cabeza, su boca
tenía magia, cuando sonreía y cuando besaba, me transportaba, me olvidaba del
mundo y todos los dolores que me había causado, si tan solo hubiera podido
quedarme en esos besos.
Recordé aquella noche fuera del hospital, caminó quien sabe cuánto para
verme quizá cinco minutos, mi mente estaba en otra persona, mi corazón sobre
todo, presa de eso no era capaz de nada más que de admirar ese brillo con el
que me miraba y preguntarme por qué la persona por la que mi corazón estaba en
otro lado no me miraba de esa forma, no deseaba mi boca de esa forma, pero
entonces el tiempo pasó y lo encontré en el lugar y el momento justo, por fin
nuestros ojos y nuestras bocas se cruzaron libremente, sin miedo a nada, sin la
cabeza en otra parte, solo en sus ojos y en ese brillo que sigo queriendo
convencerme de que solo es para mí.
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