Escorpión - Parte I
Escorpión
Parte I
Sobre el cemento resplandeciente, bajo unos cuarenta
grados de temperatura, caminaba con sus ocho patas, sus pinzas enormes y cola punzante
preparada para atacar, un escorpión naranja amarronado, como de costumbre, me
genera una inmensa fobia que no me deja ni retroceder ni avanzar, tampoco me
atrevo a pisarlo, ni siquiera a tirarle con algo para matarlo, después de unos
segundos de shock reacciono corriendo hacia adentro de mi casa, busco el insecticida
y rocío toda la puerta con él, luego cierro
y prosigo esparciendo el producto por toda la casa. En el comedor, encuentro
dos grillos muertos, cerca de la puerta del patio, uno más, tengo la certeza de
que ha sido ese monstruo con el que me cruce hace un rato y no fui capaz de
exterminar.
En ocasiones suelo utilizar el miedo a mi favor, me
armo de coraza y voy hacia ello sin tambalear, con la cabeza en alto y sacando
pecho, me enfrento con lo que se presente. Pero con este tipo de bichos, me
paralizo, no llego a pensar ni un segundo en ser capaz de armarme de ese valor que
me moviliza para el resto de las cuestiones en mi vida. Siendo sincera, no es lo
único que me debilita, hace poco descubrí que me cuesta mucho pasar demasiado
tiempo sola, a pesar de que lo disfruto, lleno la casa de armonía y tranquilidad,
tomo esos mates que son el despertar de mi alma cuando estoy sola, y siento que
puedo hacer cualquier cosa que me proponga, luego pasan cinco, seis, diez, todo
el día sin compañía, incluso sin salir a ver el sol, a respirar un aire diferente
al de la humedad que habita mi hogar, o incluso intentar reconocer la cara de
algún vecino, recuerdo el pánico que me genera estar sola, no se bien si por
miedo a no tener compañía o por miedo a olvidarme de que estoy y existo.
Por suerte, mi familia es numerosa y quizá no se
olviden de mí, al menos pasarían dos o tres días y se enterarían de mi
ausencia. Pero además de eso, convivo con mi novio, por desgracia para él, que
tiene que soportar mis traumas con la limpieza, el orden, las mil y una cosas
que quiero hacer por día y sobre todo mi problema de decidir no querer estar
sola por más de unas horas, con lo que aún estoy lidiando cambiar.
Desperté, es un nuevo día, en el antebaño me encontré
con otro grillo muerto, ese no estaba ayer, los que estaban los barrí, así que
probablemente, aquel monstruo u otro como él, siguen merodeando por la casa, ¿Cuándo
se acaba la tortura? Supondré que cuando llegue el invierno.
Hasta unos años atrás, prefería el verano, me gustaba
pasar toda la noche despierta mirando series, escribiendo, saliendo a tomar bebidas
alcohólicas con mis amigos, ir de camping o a las piletas o donde fuere, solía
ser divertido. Desde que me mudé a Santa Fe, el verano dejó de ser todo eso, podría
decir que es insufrible, respirar incluso, el aire te quema la piel, no le
deseo a nadie trabajar bajo el sol del verano en Santa Fe. La única manera disfrutable
de éste es tener un auto, algo de plata, y poder irte a otro lado de
vacaciones. Pero para no espantar tanto diré que, dentro de casa, con unos tereres
y ventilación, se puede soportar el día.
7.15 am marca el reloj de mi celular, no pude conciliar
el sueño a lo largo de la noche, aprovecho a sacar la basura, siete bolsas negras
esperaban hace un tiempo que el recolector las buscase a las ocho am como
pasa cada día, excepto los fines de semana, pero por alguna vaga razón nunca despierto
tan temprano, hoy si, además de ello, decido lavar los platos, acomodar un
poco, prender un sahumerio, a mi novio no le gusta esto, pero él no tiene
olfato para entender por qué los prendo, ni cree en las malas vibras como lo hago.
A pesar de la oleada de grillos muertos dentro de
casa, de los setenta grados térmicos de fuera y la humedad, no he vuelto a ver al
escorpión…
Debo dejar de tener miedo, el miedo me hace ser algo,
alguien, que no quiero ser.
Comentarios
Publicar un comentario