Escorpión - Parte II

 El vidrio roto de la puerta de la entrada, el de la ventana del comedor. En cada espacio de esta casa maldita, habitó alguna vez un escorpión. Divagando de un lado a otro, mi alma rota, mi mente en cualquier parte, he perdido la razón.

A veces no siento nada, a veces los sentimientos me ahogan. 

Mi cuerpo tiene marcas de muchos días de dolor. Mis ojos aún estan vendados, o quizas es mi corazón el que prefiere no ver.

Aquel escorpión, ha dejado un gran desastre tras su paso, hemos separado las camas, mi cuarto está lleno de bolsas y de un inmenso sentimiento de vacío, tu perchero es una sucesión de perchas sin usar desde que me fui.

La casa habla por doquier de su falta de amor. Mi cuerpo es tristeza, de pies a cabeza.

El escorpión, arrastró todo a su paso, nunca sostuvo la idea de lastimar tanto, el problema, es que siempre vivió alerta, caminó cada lugar preparado siempre para defenderse, estaba hecho para eso.

He querido terminar con ese escorpión hace tanto tiempo, cada agujero en la casa es testigo, cada picadura ha dejado heridas que aun duelen. Y es normal, tenerle tanto miedo, querer huir, siempre ha resultado ser una amenaza.

Hace dos días desperté con ese sentimiento de vacío, abrí los ojos ante las situaciones que había vivido delante mío sin notarlas realmente. Ahora puedo ver todo lo que rompí queriendo sacar de mi vida a ese maldito monstruo. 

Durante la noche pienso sin parar, por mas agotada mental o físicamente que esté. No puedo dormir ni con clonazepam. La ansiedad es extrema. Solo estos días en que no siento nada por un rato es cuando puedo respirar.

He matado al escorpión, hace unos días. Y he comenzado el proceso de adaptarme a vivir una vida sin amenaza, libre, sin miedos. Pero el vacío sigue allí, porque por más que uno se mire al espejo y se reconozca, se encuentre a la persona que realmente es y note que ya no es la misma que habitaba en el miedo de encontrarse al monstruo, porque ese monstruo murió, aun así hay un exterior, ese exterior te recuerda lo que has hecho, lo que has roto. Ese exterior no olvida.

Y por más que quieras repararlo, a veces, ese exterior te pide que mudes y habites otros ambitos, otros donde no haya escorpiones. 

Mientras la noche tiembla y tu corazón se cristaliza, cerras los ojos sin miedo a soñar con monstruos, y sin miedo a no volver a despertar.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Danzan los cuerpos

Cenizas

Top Series